martes, 23 de junio de 2009

E 'la fine, Amore, il mio Pagliaccio





“El perro que ladra a la luna está plenamente convencido que la luna lo oye.”

-Valeriu Butulescu



Siempre me gusto la comedia del arte. De niño solía abuchar cuando salía Pantalone o Segniora el Arlequín me daba miedo. Los amaba a todos, de grande quería ser como il Dottore, pero termine siendo más bien un Brighella, solo palabrería, como ya se habrán dado cuenta, este personaje me sienta, ya que solo hablo mierda, solo estaba presumiendo que se como se llaman los diferentes Personajes en la comedia del arte. El amor es improvisación, son tramas cotidianas, vacías, nada especiales, siempre con los mismos personajes, donde lo diferente es nuestra capacidad de improvisar. A quien quiero engañar, el Pierrot no se queda con Colombina al final, al Arlequín no le importa la Colombina, tal vez la Innamorata, pero el Pierrot es un tonto soñador, triste, tonto soñador enamorado. Es el único tonto que no tiene mascara, ni siquiera media mascara, y no habla, ¿Cómo se enamora a una mujer sin hablar? Siempre me pasa lo mismo.
Que mas da pensar en el amor en momentos así. De haber sabido que hoy iba a estar así, no le hubiera termina, no le hubiera dicho que no la extrañaba, que en verdad solo necesitaba, le hubiera invitado a un café, sorprendiéndola con las flores que “casualmente” parecían estar delicadamente abandonadas en la terraza cerca a la estatua (de haber sabido que…). Hoy está muy oscuro, las cosas cambiaron rápido, el clima tampoco ayuda, es raro que en Bogotá granice así, mas es aun más raro que no llueva después de un atentado. Esta todo oscuro, no se a donde ir, cualquier camino me sirve (quiero vivir, si que quiero vivir, no sé porque, pero no puedo morir) hay que caminar, tengo que cambiarme la ropa, encontrar a otro (o a otra), tengo que desaparecer, buscar un perro, conseguir una identificación falsa, ese muerto de ahí se parece a mí, ahora me llamo… Fran, no es tan mal nombre, no puedo creer lo que este tipo se parece a mí.
Un perro, una guitarra y una identidad (Scaramuccia), hay que ser alegre, muy alegre, hay que ser apático, y solo narrar. No se narrar, ni cantar ( Tartaglia, “Yo soy Dios” ta-ta-da, Las Narices Rojas….¡ahhh, deja ya los estereotipos!), se jugar “veo-veo”.
Veo-veo, ¿Qué veo?, veo una niña caminando, de pelo negro largo, no, solo es el mechón de adelante, que no es negro, es blanco, gordita, trosudita, vestida de morado… que emo. Pendeja, tiene más porte de india que no puede con ella, es morena y de cara redonda, bajita, debe tener unos catorce años, como no, solo así se podría ser tan tonta. Si quisiera ser Emo me vestiría de alguno de los Zanni y saldría a la calle así, siempre en tono burlesco, el sandrone o el mismo arlequín serviría, pero en actitud seria más bien un Pulcinella, si exacto, necesita un tipo al chape de Il Capitano para entender que es sufrir. Veo una niña que cae (si la misma que acabo de describir), voy tras ella, esta herida. Duerme Pequeña, que mañana es otro día, no es grave, solo necesitas dormir. Veo- veo, un lugar lindo donde poder vivir, una despensa, bajo un tumulto de escombros, hay de todos, camas, comida para días, agua, medicina, hay de todo, nos podemos quedar ahí, esta niña necesita dormir.



“Entonces Fabián…” me decía en tono burlesco cuando le tocaba despertar, digo le “tocaba” porque el ruido de los bombardeos afuera nos hacia levantar, no se podía perder un segundo sin vigilar. We were kings without crown. No había mucho que hacer, mantenernos vivos nos toco sencillo, así que hablábamos mucho, por eso sabia que en verdad yo me llamaba Fabián, que tenia diecinueve años y estudiaba… bueno que importaba, ya no lo hacía. No importaba ya que su mama la hubiera metido en el colegio de monjas donde había estudiado su abuela, en el que su abuelo no la quiso poner por qué no la consideraba hija suya. Pedro, me llamaba ahorita, por que vio mi triste corona de payaso, un mimo triste, vestido de blanco, infantil, llevado por sus emociones, bien intencionado y Cortez (¡TONTO ENAMORADO!), Pierrot en francés, Pagliaccio en italiano, Pete en ingles, “Pedro el mimo” en español. Maye, Maye, cállate Maye, no te hagas la inteligente, hace unos meses no leías (porque no solo había comida en las estanterías), hace unos meses tenias un mechón largo que no te dejaba ver, ahora me quieres enseñar de lo que más sé, Mi tragedia es tu comedia, déjame improvisártela, sin que me digas nada.
“A mí, como que nunca se me dio por cortarme las venas” Dijo al terminar aquella vez, mientras se arropaba en las sabanas, desnuda, un tanto apenada, llevábamos ya un rato sin hablar, ella se sintió obligada, no quiso admitir que aun no estaba saciada, no la puedo culpar, era su primera vez. No me pueden culpar, ya no sé si afuera hay alguien más, así la he aprendido amar, aquí adentro, lo que entra es malo, lo que sale se expone. De afuera vinieron una vez, unos rescatistas, querían robarnos, me tocó matarlos (a todos, a palo y machete), me he vuelto fuerte, como Fran, no puedo creer como se parece ese tipo a mí. Le dije que la amaba, cuando me respondió que ella también a mí, le dije que no, ¿Qué que importaba, si una niña que no había tenido nada antes podía saber que era el amor? Era absurdo. Tenía que dejarla ser. Tenía que dejar que me abrazara cuando se asustaba, que me exigiera que le dijese que la quiero, que se negara y se resistiera al principio, que llorara un poco al final, que por la mañana sonriera diciendo que le había gustado, que seguía solo un poco asustada; que me hablara de sus papas, de sus amigas (que ya no las vería mas),incluso deje que me hablara de aquel chico que le gustaba (ese chico que se para en la esquina a pasar el guayabo del sábado con tamal) Yo no le contaba nada, la amaba, pero a la vez la necesitaba y usaba, que se le puede hacer, esto es el encierro perfecto.
Vinieron un día, estaban armados, me asustaron, levantaron el techo, su Madre estaba ahí, su padre también, por mi solo vino Andrea, me había olvidado de Andrea, lastimosamente, nos habían encontrado, nos habían “salvado”, ellos eran los equivocados, ellos eran los que se preocupaban por desenterrar a los muertos para volverlos a enterrar (pero en otro sitio, uno algo lejos de la ciudad), me decían como había parado, como todo al fin había mejorado…¿mejorado?...¿en verdad?... Maye estaba lejos, no la vería jamás, nunca más. Hasta ahí no mas, ¿y tu Andrea, me dices que por que esto ha terminado, ha mejorado?
Salí de mi casa, ya no sabía de Maye, saque la cédula de Fran, que nunca la use, me la puse en el sombrero, Salir con Gobi (mi perro, que maye y yo habíamos cuidado todo este tiempo), subimos al cerro, se volvió la noche, solo brillaba la luna, que ni siquiera era luna llena, ni cuarta, ni nueva, era esa fase media que no es nada romántica. Juntos le ahoyábamos a la luna, y poco a poco me fui ahogando con el sombrero, bajándolo, sin respirar, sin resistir, sin morir todavía, cuando la cédula cayó al suelo, vi a Fran otra vez, vestido de blanco, mierda, no puedo creer, cuanto me parezco a este tipo. Nos había pasado, cuando salimos de la cueva, no nos habíamos acostumbrado.

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